lunes



Y al gato se le ponen los ojos negros hasta que es sólo pupila y se euforiza y se hace salvaje de nuevo y maúlla y muerde y rasguña y gruñe y bufa y araña y muge y pía.
Y se pone a empollar huevitos de oro de lo que nacerán personitas diminutas que luego perseguirá porque son muy divertidas y se mueven.
Le gusta cazar.
Jugará con ellas con sus patas y sus zarpas hasta que, sin querer, los hiera.
Y los diminutos humanos desangren hasta que el gato ruja, de aburrido que estará, de que su entretenimiento no mueva.
Y se los comerá.